Bienvenidos al espacio que ofrezco para que podáis conocer algunas de mis obras.
Se puede decir que casi todas ellas están unidas al entorno rural, puesto que toda mi infancia y vida hasta el día de hoy, transcurre en plena naturaleza rodeado de montañas y verdes campos. En ellas encuentro la inspiración y el material para poder crear, utilizando la piedra como material principal para trabajar, además de madera y el hierro.
Galería de fotos
Obras de arte hechas en piedra en Navarra
Museo y zona de trabajo
El objetivo de la creación de este museo es poder tener la posibilidad de exponer en el mismo lugar, donde nacen las ideas y se les da forma para crear, transmitiendo el silencio del trabajo, la lucha por la supervivencia, el aplauso del triunfo y la imaginación de la infancia a través de diferentes obras.
En la entrada de este lugar se exhiben una serie de esculturas construidas uniendo dichas sensaciones y representando a los herri kirolak, es decir, el deporte rural vasco.
Una vez adentrados en el interior del museo a parte de las obras creadas tenemos la oportunidad de ver y sentir la historia del caserío Lesakenea, antiguos utensilios de labranza y diferente mobiliario de la época que nos van a ir adentrando en el silencio y las cicatrices que les dejó el trabajo y el transcurrir del tiempo que demuestran como aquellas mujeres y hombres pudieron vivir en el caserío Lesakenea
Una de las épocas importantes a destacar de Lesakenea nos la dejó Martín Gartziarena, que practicando en el duro día a día su trabajo con el hacha, llegó a desarrollar la mayor de sus destrezas: la aizkora, llegando a la cima de éste deporte en el año 1950. Se celebró en Donostia-San Sebastián el primer campeonato oficial de aizkolaris en el que se enfrentaron los mejores del momento. Aquel joven de Lesakenea de tan sólo 22 años salió victorioso convirtiéndose en el primer campeón y más joven de la historia
Todo este conjunto de historias y sensaciones vividas en la juventud en el entorno rural de Lesakenea, ayudaron a alimentar la imaginación que más tarde afloró y ha servido de inspiración para la creación de diferentes obras
A lo largo de muchos caminos recorridos por el monte es donde he encontrado alguna de esas piedras únicas. Es en esos lugares donde he sentido ese “clic”, analizando la piedra en su entorno, memorizando el lugar y lo que me ha transmitido la piedra.
Las montañas, árboles y ríos
que pueden cambiar de vestimenta según la época del año adquiriendo todo tipo de tonalidades verdes, blancas o multicolores. Las nubes con el sol intentando abrir camino con su rayo prolongado y afilado. La magia de la unión de la lluvia con el sol, consiguiendo formar un gran arco como si de un puente al otro lado se tratase. La nieve tiñendo todo de blanco, la tormenta con su trueno creando una melodía única y sus rayos iluminando todo el escenario.
El viento con su cara afilada que, según de donde venga, nos altera el estado de ánimo y con su furia va cambiando todo de lugar, dejando la pregunta en el aire, ¿Quién ha sido? El granizo, en las frías noches de invierno, con su “ clic,clic” sobre el tejado consiguiendo que la imaginación siga trabajando. El hielo, con su frialdad y silencio puede marcar el ritmo de la primavera avisándole de cuándo es su hora. Y por encima de todo, las estrellas, tan lejanas y brillantes, con su luz intermitente, quizás estén ahí para orientarnos y guiarnos en el camino. El amanecer, dando paso a la luz y al sonido. El anochecer, trayendo la oscuridad y el silencio para poder separarlo del día y dar paso a la luna que, con su luminosidad, va creando siluetas mágicas.
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